Guardianes de los cristales by Brandon Mull

Guardianes de los cristales by Brandon Mull

autor:Brandon Mull [Mull, Brandon]
La lengua: spa
Format: epub, mobi
Tags: Novela, Fantástico, Infantil, Juvenil
editor: Xibalba's eBooks
publicado: 2014-12-31T16:00:00+00:00


Capítulo 19

Blake

—¿Quiere decir que Blake está aquí? —preguntó Cole.

—En este mismo edificio. Puedes verle luego, cuando acabemos.

—Pero era un esclavo —dijo Cole—. El rey supremo lo compró.

—Llegó a Zerópolis como esclavo, sí. Lo destinaron a un equipo secreto para espiar actividades aquí, en la ciudad vieja. Algunas de las otras organizaciones de la ciudad se enteraron y… desmantelaron el equipo. Yo contribuí a revelar su presencia; como parte de mis honorarios, me quedé con Blake. ¿Estás al corriente de sus habilidades?

—Yo lo conocí en mi mundo —dijo Cole—. Nos separaron poco después de llegar aquí.

—Tiene un talento único —dijo Datapoint—. Los Invisibles deberían agradecerme que lo apartara de la Patrulla Urbana.

—¿Ahora es su esclavo?

—Técnicamente sigue siendo un esclavo. No puedo cambiarle la marca. Pero no es mi esclavo. Aquí, en la Vieja Zerópolis, tratamos a los esclavos igual que a cualquier otra persona. Es mi empleado. Le he sugerido que trabaje para mí durante dos años a cambio de haberle sacado de donde estaba. Le doy un sueldo justo, alojamiento y comida. Después de ese tiempo, es libre de quedarse o de probar suerte en otro sitio.

Teniendo en cuenta que Blake iba a tener que quedarse allí durante dos años, a Cole le pareció que tenía toda la pinta de que aún era esclavo. Pero no le pareció el momento de discutir.

—¿Puedo verle ahora?

—Claro —dijo Datapoint—. Entiendo que querríais refugiaros aquí, ¿no?

Compinche se le acercó:

—Si no estás segura de dónde podemos encontrar a Googol o a Nova, nos iría bien quedarnos un día o dos.

—Estaré atenta a cualquier noticia de Googol, Nova y los niños a los que buscan —respondió Datapoint—. También comprobaré si alguien sabe que habéis llegado hasta mi refugio. Si os siguen la pista, os echaré inmediatamente.

—Entendido —dijo Compinche—. No creo que nos hayan seguido.

—Yo tampoco lo creo, o no seguiríamos hablando —dijo Datapoint—. ¿Hay algo más que necesitéis ahora mismo?

Cole echó una mirada a Compinche. No le pareció el momento oportuno para hablar de Constance. Estaba prácticamente seguro de que expondría todo el secreto.

—No —dijo Compinche—. Gracias por ocultarnos.

—Es un placer. Dada la magnitud del secreto que esconde nuestro querido Steve, no quiero que el Gobierno se haga con él. ¿Estás listo para ver a Blake?

—Sería estupendo —dijo Cole.

Blake nunca había sido un gran amigo suyo. Era de esos niños que al jugar al fútbol nunca pasan la pelota, y se daba mucha importancia. Pero en aquel momento verle sería un gustazo. Por pesado que pudiera resultarle en otro momento, Blake no era solo alguien de su mundo, sino alguien a quien Cole conocía bastante bien.

—Mi marido puede llevarte con él —dijo Datapoint—. ¡Lunk —gritó—, te necesito!

Un hombre enorme entró en la sala desde detrás de una cortina. Llevaba una camisa negra que cubría sus grandes hombros y su poderoso pecho. Físicamente era la imagen opuesta a Datapoint, tan alto y robusto como bajita y menuda era ella.

—Lunk, cariño, ¿puedes acompañar a Steve para que vea a Blake? —le dijo Datapoint, con dulzura—. Son viejos amigos.

—Tus deseos son órdenes —respondió Lunk con una voz atronadora, sin el menor rastro de sarcasmo.



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